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Primer plano de María Jiménez con el rostro muy serio

El peor momento de María Jiménez: el fallecimiento de su hija tras un accidente

María Jiménez sufrió el peor golpe de su vida

María Jiménez no tuvo una vida nada fácil. La intérprete, que fallecía en la madrugada del jueves a los 73 años, siempre se caracterizó por su fortaleza dentro y fuera de los escenarios. Una fortaleza a la que se aferró cuando atravesó el peor trance de su vida.

Aunque ha procurado no rememorar ese episodio, en sus numerosas entrevistas siempre ha tenido una mención especial a su hija Rocío. La artista vio cómo su vida se convertía en una pesadilla cuando le comunicaron el fallecimiento de la joven. Una llamada que jamás esperó recibir y que dejó a María completamente destrozada.

María Jiménez rota tras la muerte de Rocío

Corría el año 1985 y María Jiménez ya era una de las artistas más consagradas de nuestro país. Toda una carrera profesional en el mundo de la industria musical que la alzó al estrellato gracias a su particular forma de interpretar sus temas.

Sin embargo, esa felicidad se acabaría convirtiendo en desesperación cuando recibió una llamada telefónica que cambiaría su vida. Era la mañana de un 8 de enero de ese mismo año cuando a María le dieron la peor de las noticias.

La actriz María Jiménez actuando en uno de sus últimas actuaciones en el 2020
María Jiménez jamás se recuperó de la muerte de Rocío | Europa Press

Su hija Rocío, de tan solo 17 años, había fallecido en un accidente de coche. Jiménez no entendía nada y en un primer momento se negó a aceptar lo ocurrido. Para ella, ese día la joven se encontraba en un tren de camino al colegio en el que estaba cursando sus estudios.

De hecho, el propio Pepe Sancho, que por aquel entonces era pareja de María, fue el que dejó a Rocío en la estación. De ahí que la cantante no entendiera cómo había acabado en un coche que terminó sufriendo un accidente. “La policía me llamó y me dijeron que mi hija había fallecido, pero les dije que era imposible”, relató en una ocasión.

Pero la realidad era que Rocío sí viajaba en el coche accidentado, perdiendo la vida. Desde aquel entonces, los focos y los aplausos se terminaron para María. Decidió alejarse de los escenarios y volcarse en su otro hijo, Alejandro, fruto de su matrimonio con Sancho.

Jiménez atravesó un auténtico calvario marcado por la desesperación ante la ausencia de su única hija. Aunque terminó aprendiendo a vivir con ese dolor y salir adelante, algo en ella estaría roto de por vida.

Primer plano de María Jiménez sonriendo
María Jiménez sufró un duro revés | GTRES

María Jiménez jamás olvidó lo ocurrido

Con el tiempo, María retomó su carrera y siguió sumando éxitos. No obstante, ese trágico episodio la marcó para siempre. Nunca escondió la muerte de Rocío, pero sí que evitaba hablar de ello en sus entrevistas.

El recuerdo le seguía produciendo un grandísimo dolor que la devolvía a aquella mañana en la que lo perdió todo. “Tuve una hija preciosa, que no me gusta hablar de este tema”, comentó en Lazos de Sangre. “Me pongo muy triste, porque igual que Dios me la dio, me la quitó”, confesó.

María Jimé,ez con una camisa rosa floreada y el rostro serio
La cantante aprendió a vivir con el dolor por la muerte de su hija | Mediaset

También en el Deluxe rememoró ese pasaje de su vida reconociendo que “cada día me acuerdo de ella”. “El dolor sigue, la herida se va cerrando, pero el dolor no”, comentó todavía con la emoción en sus ojos.

Tal fue el impacto tras la muerte de Rocío que llegó a plantearse acabar con todo. “Se me quitaron las ganas de vivir”, reconoció a Jorge Javier. Sin embargo, fue su otro hijo quien realmente le ayudó a salir adelante.

Alejandro era tan solo un bebé cuando Rocío falleció y María era consciente de que le necesitaba. Por él sacó fuerzas y decidió volcarse por entero en su cuidado. Pero no solo la cantante se encontraba destrozada, Pepe Sancho también sufrió mucho con la muerte de la joven.

Aunque no era su hija biológica, el actor la acogió como propia. Fue el último en verla con vida en aquella estación donde debía coger el tren que la llevaría al colegio. Esa imagen jamás se borraría de su mente.