Han pasado escasos cuatro días desde que la noticia televisiva del mes, del año y casi de la década vio la luz pública gracias a la exclusiva publicada por El Mundo. Y no ha sido otra que la cancelación definitiva y con ello el fin del programa Sálvame, cuya última emisión tendrá lugar el próximo 16 de junio.
Ese día supondrá el adiós definitivo de un formato que, para bien, y también para mal, ha hecho historia en la televisión y dentro de la cultura popular.
Que sí, que Sálvame ha logrado acompañar a muchísimas personas en situaciones complicadas, que se sentían solas, y que deseaban evadirse de su realidad. Que ha tenido una parte de show y entretenimiento buenísima y que ha cumplido una misión muy importante en determinados momentos. Por supuesto que sí.
Pero no debemos olvidarnos de esa cara 'B', que algunos parece que no tienen en cuenta a la hora de criticar esta cancelación y de defender al programa con uñas y dientes.
En Sálvame se ha hecho mucho daño a muchos rostros conocidos de nuestro país. Los últimos ya sabemos cuáles son: los Flores-Moreno. Una vida destrozada a cambio de un negocio multimillonario de una productora.
Pero esto no es nuevo, sino que llevan así desde los inicios. Decenas de vidas destrozadas sin ningún tipo de escrúpulo ni miramiento de personas que acabaron muy tocadas psicológicamente por entrar al trapo de este fenómeno televisivo. O con ellos, o contra ellos. Ese siempre ha sido el modus operandi.
Olvido Hormigos, Raquel Bollo, Rosa Benito, Rosario Mohedano, Karmele Marchante, Cayetano Martínez de Irujo, Marta Riesco, Rocío Flores y Olga Moreno son tan solo algunos de los ejemplos en los que Sálvame no se ha cortado a la hora de ir a por ellos, casi en su totalidad, mujeres, habiendo sido algunas de ellas colaboradoras en el pasado.
Y luego, cómo no, también con colaboradores más actuales como Anabel Pantoja, que no fue bien tratada por el programa en numerosas ocasiones, pero que durante una temporada iba y volvía, hasta que decidió que, si quería conservar su salud mental, implicaba que "nunca más".
Otro caso similar es el de Lydia Lozano, quien lleva años soportando mil y una barbaridades por parte de sus jefes, y no vale disfrazarlo de "bromas" o de que "hay que jugar a favor de obra". Todo lo hemos visto y el fallo es normalizar ese tipo de comportamientos.
Los límites se han sobrepasado en numerosas ocasiones, y hablo sin entrar en ideologías políticas y en los discursos radicalizados y llenos de odio que se han difundido de la manera más tóxica, siendo estos aplaudidos por gran parte de la audiencia de Sálvame.
Nadie, o por lo menos yo no me alegro del mal ajeno. En el caso de muchos de ellos, quizá sí lo harían. Así es la vida y que Dios o quien sea reparta suerte.