Este lunes 26 de mayo, el rey Carlos III y la reina Camila emprenden un viaje relámpago a Canadá, un desplazamiento de gran importancia para la Corona británica. La visita se centrará en la apertura oficial del Parlamento canadiense, un evento que no solo es histórico sino que tiene gran carga simbólica.
La agenda real en Ottawa incluye la lectura del Discurso del Trono, una tradición que no se realizaba en Canadá desde hace medio siglo. Fue precisamente la reina Isabel II quien pronunció este discurso por última vez en 1975. Carlos III lo hará en inglés y francés, los dos idiomas oficiales del país, ambos con el mismo estatus en las instituciones y tribunales federales.

Este viaje se da en un contexto internacional delicado. Canadá enfrenta tensiones por las políticas arancelarias y amenazas anexionistas provenientes de Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump. La presencia del rey y la reina se interpreta como un respaldo claro a la soberanía canadiense, así como a su compromiso con la Commonwealth y la OTAN.
El programa del primer día incluye una visita al Rideau Hall, residencia oficial del gobernador general. Allí participarán en una ceremonia de plantación de árboles junto a miembros de la comunidad local.
Al día siguiente, Sus Majestades serán trasladados al Senado en el Landau Estatal tirado por caballos. Serán recibidos con honores militares por la Guardia de Honor y el Regimiento Real canadiense.
Después de la apertura formal del Parlamento, Carlos III y Camila depositarán una ofrenda floral en la Tumba del Soldado Desconocido. Es un monumento nacional que honra a los caídos en guerra, cerrando así una visita cargada de simbolismo y solemnidad.

Este acto protocolario tiene la misma relevancia institucional que la apertura del Parlamento en Westminster, en Reino Unido. La figura del monarca como jefe de Estado de Canadá se refuerza con esta visita que subraya los lazos históricos y políticos entre ambos países.
Carlos III, enfermo y trabajando
Pese a la intensidad de su agenda internacional, Carlos III ha demostrado una fortaleza admirable. A sus 76 años, el rey continúa enfrentando un tratamiento contra el cáncer, aunque los detalles exactos de su enfermedad y terapia permanecen en privado. Su compromiso con las obligaciones oficiales sigue intacto, pese a las dificultades personales.
El pasado 26 de abril, durante el funeral del Papa, el príncipe Guillermo, como príncipe de Gales, representó a la familia real. Este hecho evidencia la continuidad en el cumplimiento de deberes dentro de la monarquía.
Este viaje a Canadá, aunque breve, será un momento crucial para el rey y la reina. Más allá de la ceremonia, representa un gesto de apoyo y unidad con una nación aliada en un momento complejo para la política internacional.